NARRACIONES.
Un lugarcito para mi:
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Los sueños, escenas sin lógica para la razón pero inundadas de vitalidad y significado, en ellos se esconden las respuestas a muchos de nuestros interrogantes.
El tren de mis sueños
Un microrrelato para disfrutar.
Mi nombre es Miranda. Tengo una interesante profesión y una
vida llena de caóticos desencuentros. Un trabajo seguro, un departamento
modesto, alquilado y si te estás preguntando… ¡Sí! tengo una pareja estable.
Sin embargo, no soy feliz. Deseo detener el tiempo para que la vida no me
enfrente a elecciones inútiles que cambien su rumbo.
Algunas noches deseo dormir sola y en mis sueños
aparecen las imágenes de un lugar inmenso que me da paz. Sola, camino descalza
sin miedo, sobre este campo; sé que estuve aquí. De repente una neblina lo
cubre y me doy cuenta que llega mi tren, ese trencito de juguete que me sacó de
mi infancia sin poder despedirme. Deseo subirme y volver, pero el miedo se
apodera de mí y me despierto. A la noche siguiente le pido a Julio que se quede
conmigo y me duermo abrazada a él para evitar enfrentarme a ese viaje
pendiente. Quisicosa escondida en un rincón de mi memoria. Él es hombre
íntegro, de buenos sentimientos; tal vez demasiados para mí. Muchas veces me
propuso que vivamos juntos y hasta matrimonio. Pero, honestamente, no me
despierta el deseo de un cambio semejante en mi vida. No estoy lista.
Sin embargo, quiero volver a ese campo y animarme a
localizar esa parte de mi historia que quiebra mi presente y mi existencia.
Redescubrir los motivos que me hicieron feliz y no
puedo encontrar en mi bendito presente. Es urgente, debo volver. El tren va
pasar por última vez. Lo sé. La respuesta la tiene esa nena pequeña que una vez
fui.
Una vez más, busco quedarme sola. Enciendo la luz
tenue del velador. Me pongo el camisón rosa gastado con florcitas blancas, que
me traje de Campana. Me dejo envolver por las sábanas con aroma a lavanda.
Respiro hondo, cierro los ojos y me entrego a ese ensueño.
Tomé valor; estoy acá, al fin llegué. Me doy vuelta
y a lo lejos veo mi realidad. Una cotidianeidad apurada, muchas veces
intransigente y tan ajena a mí. Tengo que seguir… Camino descalza sobre el
césped, despacio. Te voy a encontrar. Estoy cansada. Me duele el cuerpo, me
duele ser, tal vez sea mejor que deje que otros elijan por mí, como las otras
veces. Tal vez sea una locura. Pero no, esta vez no. El calor me invade y
agobia. Tengo que seguir. Respiro profundo. Sé que puedo. Dejé atrás un trabajo
exitoso y una relación de pareja estable o eso creo.
Si lo construido es tan bueno, seguirá allí cuando
regreses. Seguí. Me escuché decir. Entonces seguí. De repente la neblina clara
cubrió el pasto, levanté la cabeza y vi mi tren. No sé cómo subí, a ese
trencito de juguete en busca de mi infancia inconclusa, ese enigma punzante que
quiebra mi presente. A enfrentarme a ese padre que nunca volvió. A esa madre
decepcionada. A la niña que, desde hace años, lleva el peso de no haber podido
retener el amor de un hombre que se fue, sin decirle adiós.
Por qué. para qué, para quién escribo. Paola Vicenzi
https://youtu.be/6_toT_YEeTg
Es importante prestar atención a los sueños pueden revelar enigmas e importantes respuestas.
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